Dedica unos momentos a relajarte y a encontrar la serenidad interior. Presta atención a tu respiración. Sé consciente de la presencia de Dios en tu interior.
2 Corintios 1:3-4
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre compasivo y Dios de todo consuelo, que nos consuela en cualquier tribulación, para que nosotros, podamos consolar a los que pasan cualquier tribulación con el mismo consuelo que recibimos de Dios.
Nuestro Dios se encuentra tan cerca de nosotros! El nuestro es un Dios que conoce cada una de nuestras aflicciones y nos responde con compasión y aliento. El saber que no estamos solos en nuestro sufrimiento nos da el coraje y la energía para sobreponernos. El ánimo que Dios nos da tiene un efecto en cadena. Cuando sentimos que Dios ha elevado nuestros espíritus encontramos la inspiración necesaria para hacer lo mismo por los demás. La naturaleza de Dios es compasiva. Nos convertimos en instrumentos que Dios utiliza para ayudar a aquellos que también sufren.
¿Quién ha hecho llegar la compasión y el aliento de Dios a mi vida?
¿Cómo he sido un instrumento para infundir el ánimo de Dios en los demás?
(Habla con Dios rezando la siguiente oración o usando tus propias palabras). Padre compasivo, Dios de todo aliento, gracias por acercarte a mí cuando más te necesito. Ayúdame a hacer lo mismo por los demás.