Antes de comenzar tu retiro, toma una breve pausa para dejar de lado todas las distracciones. Respira profundamente y descansa en la presencia amorosa de Dios.
Lucas 24:30-31
Y, mientras estaba con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
Fue el más simple pero el más profundo de los gestos. Ese día los discípulos habían caminado siete millas con Jesús de Jerusalén a Emaús. Sus corazones ardían en su interior, pero eso no fue suficiente para reconocer a su compañero de camino. El recuerdo del acto de partir el pan sólo unos días antes estaba tan profundamente vivo en los corazones de estos dos hombres que esa simple acción les abrió los ojos. Cada vez que celebramos la Eucaristía vemos el mismo simple gesto del pan bendecido, partido y compartido. También nosotros lo llevamos en nuestra memoria. Deja que se abran tus ojos.
¿En qué acciones sencillas he reconocido a Jesús recientemente?
¿En qué área de mi vida necesito que se me abran los ojos para que pueda reconocer mejor la presencia del Señor resucitado?
(Habla con Jesús usando tus propias palabras o recitando la siguiente oración). Jesús resucitado, tu gran amor por nosotros habita en la Eucaristía que recibimos. Te doy gracias por el don de ti mismo. Abre mis ojos para que pueda descubrirte en todas las cosas.