Antes de comenzar tu retiro, toma una breve pausa. Respira profundamente tres veces. Sé consciente de la presencia amorosa de Dios, quien te acompaña en esta jornada de crecimiento y descubrimiento.
Marcos 2:9-12
“¿Qué es más fácil? ¿Decir al paralítico que se le perdonan sus pecados o decirle que cargue con su camilla y comience a caminar? Pero para que sepan que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados”, dice al paralítico, “yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”. Se levantó de inmediato, tomó su camilla y salió delante de todos. De modo que todos se asombraron y glorificaban a Dios diciendo: “Nunca vimos cosa semejante”.
Todo el que escuchó aquel día a Jesús supo que sólo Dios tiene la autoridad para perdonar los pecados. Sospechas y juicios infundados llenaron las mentes y corazones de los presentes. ¿Quién era este hombre que tenían enfrente? Jesús aprovechó la oportunidad para sanar al hombre y demostrar a los demás su poder para perdonar los pecados. El hombre, que deseaba sólo la sanación corporal, se retiró con mucho más que eso. Su fe y esperanza, junto con la de sus amigos, fue el catalizador de su sanación espiritual. Su camilla, pasó de ser un símbolo de su enfermedad a ser un recuerdo de su encuentro con Dios en la persona de Jesucristo. Como el paralítico, cuando nos acercamos a Jesús por la fe, le damos la oportunidad de sorprendernos dándonos mucho más de lo que esperamos.
¿Hay algo que le pueda pedir hoy a Jesús que sane en mí?
¿Cuándo me he encontrado con el perdón sanador de Dios? ¿Cómo me transformó esta experiencia?
(Habla con Jesús usando tus propias palabras o recitando la siguiente oración). Jesús, tú perdonaste los pecados del paralítico y todos los testigos glorificaron a Dios. Concédeme la gracia de darte gloria dando testimonio de tu amor misericordioso.