Dedica unos momentos a relajarte y a encontrar la serenidad interior. Presta atención a tu respiración. Sé consciente de la presencia de Dios en tu interior.
Salmos 103:2-3
Bendice, alma mía, al Señor y no olvides sus beneficios. El, que perdona todas tus culpas, y sana todas tus enfermedades.
La compasión de Dios no conoce límite. Hay veces en la vida cuando nos sentimos tan poco merecedores de amor y de compasión que sólo queremos escondernos. Puede que pensemos que si ignoramos lo que está sucediendo en nuestras vidas, aquello que necesita ser curado y perdonado desaparecerá por sí solo. Pero afortunadamente ésta no es la forma en que Dios se comporta. Dios espera pacientemente para acogernos y perdonarnos una y otra vez. Esto es por lo que nuestras almas cantan “Bendice al Señor, mi alma“.
¿Cuándo fue la última vez que mi corazón cantó alabando al Señor?
¿Qué es lo que se lo puede estar impidiendo?
(Habla con Jesús rezando la siguiente oración o usando tus propias palabras.) Padre generoso, bondadoso, tú que sanas y bendices mi vida de tantas maneras. Consigue que tenga un corazón agradecido que con gusto te alabe.