Dedica unos momentos a relajarte y a encontrar la serenidad interior. Presta atención a tu respiración. Sé consciente de la presencia de Dios en tu interior.
Fillipenses 2:18
También ustedes, alégrense y celébrenlo conmigo.
¿Has tenido alguna vez la experiencia de sentirte triste y deprimido y encontrarte en ese momento con alguien lleno de alegría? Antes de darte cuenta, ya has olvidado porqué estabas tan triste. La tristeza pierde toda la importancia. La alegría es contagiosa. Es un fruto del Espíritu Santo que recibimos como regalo, un regalo para ser compartido. Es imposible guardarse la alegría para uno mismo. Se desborda y les llega a los otros. San Pablo recuerda a los filipenses, y a nosotros, que una forma de aliviar nuestra carga es compartir nuestra alegría.
¿Cómo voy a compartir mi alegría hoy?
¿Quién trae alegría a mi vida?
(Habla con Dios usando tus propias palabras o hazlo con la siguiente oración). Dios amoroso y lleno de gracia, ayúdame a ser generoso al compartir mis dones con otros. Te ruego que el júbilo que siento en tu presencia se derrame y llegue a las vidas de otros en este día.