Antes de comenzar tu retiro, toma una breve pausa y relájate. Respira profundamente. Recuerda lo mucho que te ama Dios.
Isaias 61:1
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar una buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la liberación a los cautivos y a los prisioneros la libertad.
Cuando Jesús fue al Templo y leyó este pasaje en voz alta, lo hizo para proclamar su misión: predicar, orar y liberar a los cautivos. Los que le escucharon no podían entender lo que estaban viendo. Jesús, el enviado de Dios, a quien éste había encomendado una misión, se encontraba entre ellos. En cierto modo les estaba dando una primicia al decirles: esto es lo que he venido a hacer. También a nosotros se nos ha encomendado la misma misión. No tenemos que ir muy lejos para encontrar a los humildes, a aquellos con el corazón roto, a los cautivos o a los encarcelados. En esos momentos podemos siempre recordar las proféticas palabras de Isaías y continuar la misión de Jesús.
¿Cómo me ha usado hoy Dios para ayudar a alguien que lo necesitaba?
¿Cómo usó Dios hoy a otra persona para ayudarme a mí?
(Habla con Dios rezando la siguiente oración o usando tus propias palabras.) Dios de todo lo que existe, gracias por llamarme a compartir la misión de tu Hijo. Ayúdame a decir palabras libertadoras y de felicidad a aquellos a los que me envíes hoy.