Al comenzar tu retiro, deja de lado todas tus distracciones. Respira profundamente. Abre tu mente y tu corazón a Dios.
Lucas 9:2
Y los envió a proclamar el reino de Dios y a sanar [enfermos].
La vida humana es sagrada y rebosa de dignidad incluso cuando es dañada por el pecado o afligida con el sufrimiento físico. En su ministerio Jesús sanó el sufrimiento físico y espiritual. Encontramos la presencia sanadora de Jesús en la práctica de la Iglesia de los sacramentos de la Penitencia y la Unción de los Enfermos. Estos dos sacramentos renuevan la vida de los que los celebran. Al continuar la obra redentora de Jesús, estos sacramentos devuelven la gracia a nuestras almas y nos llevan a la vida en Cristo.
¿Cómo contrastan los valores de mi fe con el concepto que tiene la sociedad del sufrimiento humano y el valor de la vida?
¿De qué maneras puedo ser una presencia sanadora y reconfortante para los demás?
(Habla con Jesús rezando la siguiente oración o usando tus propias palabras.) Jesús, tú me sanas del pecado. Te pido que estés presente con todos los que sufren y concédeles la gracia de tu presencia sanadora y misericordiosa.