En el evangelio de San Lucas, María le dice que sí al ángel Gabriel cuando le pidió llevar en su vientre al hijo de Dios. Ella acepta esa responsabilidad en perfecta libertad. De la misma forma Dios se nos presenta de innumerables maneras, a través de la naturaleza, de la oración y muy especialmente a través de otras personas, como dice el poeta jesuita Gerard Manley Hopkins “porque Cristo obra en diez mil lugares y mira con ojos amorosos las ramas que todavía no le pertenecen”. Dios nos invita a unirnos a Él, nos invita a seguirlo y nos invita a crear con Él.
Pero la decisión final siempre es sólo nuestra. Somos libres e decirle sí o no a Dios.
Con su sí, María se asocia con el Omnipotente y así es capaz de traer a Cristo al mundo. De este sí que cambió al mundo San Bernardo dice en uno de sus sermones sobre María: “Contestando con una palabra, recibe la Palabra de Dios. Con su propia palabra concibe la Palabra divina y el soplo de una sola palabra abarca la Palabra eterna”.
Con nuestro sí a la voz de Dios en nuestra vida, también se nos pide cultivar la palabra de Dios en nosotros y traer a Cristo al mundo – por supuesto no de la misma forma que María sino en nuestras propias circunstancias y a nuestra manera. Usando nuestros talentos y gracias estamos llamados a llevar a Cristo a la vida de los demás.
La conversación entre Gabriel y María en el evangelio de San Lucas describe perfectamente el flujo de la vida espiritual: Dios comienza la conversación, al inicio dudamos y tememos, tratamos de entender la palabra de Dios en nuestra vida, Dios nos recuerda su presencia en nuestras vidas y, finalmente, con libertad, si decimos que sí a Dios, somos capaces de darle nueva vida al mundo.
Tomado de: Mi vida con los santos por James Martin, SJ |