Francisco de Asís escribió a uno de sus primeros seguidores, el hermano León: "Cualquiera que sea el modo que mejor te parezca de agradar al Señor Dios y seguir sus huellas y pobreza, hazlo con la bendición del Señor Dios y con mi obediencia".
La pobreza es una de las principales características de la espiritualidad franciscana. A Francisco de Asís le gustaban las historias de caballería y de valor caballeresco. Se veía a sí mismo como un caballero al servicio de un señor y una dama: su señor era el Señor Jesucristo y su dama era la Señora Pobreza.
Sin embargo, a pesar de pensar en la pobreza en términos grandiosos y románticos, Francisco era muy consciente de la dura realidad de la pobreza. Abrazó la pobreza no por idealismo. Francisco abrazó la pobreza porque Cristo lo hizo. Francisco reconoció que, al hacerse humano en la forma de Jesús, Dios “se hizo pobre por nosotros en este mundo”. Si iba a imitar a Jesucristo en todas las cosas, razonaba Francisco, tendría que imitar a Cristo en su pobreza.
Todos los miembros de la familia franciscana siguen el ejemplo de san Francisco adoptando la pobreza como forma de vida. Los hombres que han hecho votos religiosos en la Orden de Frailes Menores (el nombre oficial de la Primera Orden Franciscana) no poseen nada. Más bien, su propiedad es propiedad de la Iglesia. Otras ramas de la Primera Orden Franciscana, los capuchinos y los conventuales, hacen los mismos votos de pobreza.
Las religiosas conocidas como clarisas también han hecho votos de pobreza. Viven una forma de vida establecida por santa Clara de Asís, quien aprendió de Francisco. Las clarisas, que forman la Segunda Orden de la Familia Franciscana, viven enclaustradas en monasterios. No poseen bienes propios. Cultivan un jardín comunitario, hornean pan y comen sencillamente para satisfacer sus necesidades físicas.
La Tercera Orden de la Familia Franciscana son hombres y mujeres que siguen el ejemplo de la pobreza evangélica de Francisco mientras trabajan, forman familias y luchan con las demandas ordinarias de la vida cotidiana. Originalmente conocida como los Hermanos y Hermanas de la Penitencia, la Tercera Orden consta de dos ramas separadas y distintas: la Tercera Orden Regular y la Orden Franciscana Seglar. La Tercera Orden Regular son hombres y mujeres que viven en comunidad y hacen votos religiosos de pobreza, al igual que la Primera Orden. Para los hombres y mujeres de la Orden Franciscana Seglar, la pobreza es un llamado a vivir un espíritu de desapego de los bienes temporales y terrenales, simplificando sus necesidades materiales.
Todos los franciscanos abrazan la pobreza. Algunos franciscanos siguen a la Señora Pobreza como san Benito de Palermo, quien entregó todas sus posesiones, se condujo con humildad y evitó las comodidades físicas. Otros franciscanos siguen a la Señora Pobreza como santa Isabel de Hungría, quien usó su riqueza y posesiones para servir a los necesitados, especialmente a los enfermos, los hambrientos y los pobres. Cualquier que sea el modo que un franciscano abrace a la Señora Pobreza, ya sea el ascetismo de san Benito o el simple desprendimiento material de santa Isabel, tal abrazo es un medio para vivir la vida cotidiana con el ejemplo de Jesús que se nos muestra a través del Evangelio.
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