Contemplación y generosidad compitieron por el primer lugar en la vida de Santa Catalina Drexel. La rica heredera de Filadelfia, Pennsylvania, deseaba a toda costa retirarse a un claustro, pero sus circunstancias y dones la pusieron en el mundo al servicio de la fe cristiana.
Francisco A. Drexel, un banquero mundialmente reconocido y hombre de fe, proporcionó a su familia una vida desahogada. Su madrastra Emma Bouvier, educó a Catalina y a sus dos hermanas en la generosidad. La señora Drexel creía que Dios le otorgó riqueza a la familia para ayudar al prójimo por lo que frecuentemente se llevaba a sus hijas a que le ayudaran en la distribución de alimentos, medicinas, ropa y dinero para los pobres. Estas experiencias marcaron el futuro de Catalina.
Ambos padres murieron en 1885, dejando a Catalina y a sus hermanas una herencia con la que compartían los ingresos anuales de un patrimonio de catorce millones de dólares. Inmediatamente, Catalina comenzó a donar miles de dólares a la oficina de misiones católicas de indios americanos para la construcción y dotación de personal para las escuelas de los niños indígenas americanos, proyecto que se convirtió en la pasión de su vida.
En ese tiempo el espíritu de Catalina estaba inquieto. El obispo James O'Connor, su director espiritual, pensó que ella debería seguir siendo una mujer soltera sirviendo a Dios en el mundo. Pero ella deseaba convertirse en una monja contemplativa.” Mi corazón está triste”, - escribió le en 1886,”porque igual que una niñita llora al descubrir que su muñeca estaba rellena de aserrín y que su tamborcito estaba hueco, yo también he hecho un descubrimiento horroroso y mi descubrimiento es tan cierto como el de la niñita. Desgajé la muñeca y abrí el tambor y el resultado se me presenta claro y nítido con toda la crudeza de su realidad: todo, todo, todo (sin excepción) pasará, pasará y se irá lejos”.
En 1891, Catalina resolvió está tensión fundando una nueva comunidad religiosa, las Hermanas del Santísimo Sacramento para los indígenas y gente de color. La congregación combina la oración y la acción social. En 1904, 104 hermanas ingresaron a la congregación. Catalina estableció 145 misiones católicas, doce escuelas para los nativos americanos y cincuenta escuelas para los afroamericanos. Durante su vida regaló unos veinte millones de dólares, principalmente para estas causas.
En 1935, Catalina sufrió un grave ataque al corazón. Dos años más tarde se retiró y cumplió el deseo de su corazón: dieciocho años de contemplación antes de morir en 1955 a la edad de 97 años.
La enorme herencia de Catalina fue distribuida entre las 29 organizaciones benéficas favoritas de su padre. Ni un centavo fue a parar a su propia comunidad. Quería que sus hermanas vivieran de la fe, confiando en Dios y no en el dinero.
Tomado de: Voices of the Saints de Bert Ghezzi |