Si ya está familiarizado con San Blas probablemente se debe a la bendición de gargantas — una costumbre católica en la fiesta del santo.
Según la tradición, Blas había sido médico antes de que fuera ordenado sacerdote. Se convirtió en el obispo de Sebaste (actualmente Sivas en la parte central de Turquía). Durante un período de persecución huyó a una cueva donde vivió como ermitaño. Se dice que curó y domesticó a los animales salvajes. Un día los cazadores lo descubrieron y lo llevaron al gobernador que lo condenó a la tortura y a la pena de muerte.
Unos cuatrocientos años después de su muerte, comenzaron a contarse muchas historias de la vida de Blas hasta que se convirtió en un santo popular especialmente en Francia y Alemania. Una leyenda dice que mientras Blas estaba en prisión, una madre le trajo a su niño pequeño, que se estaba ahogando con una espina de pescado en la garganta. Blas oró sobre el niño y se curó. Cada año en la fiesta de San Blas, se bendicen las gargantas con dos velas atadas con una cinta en forma de X. En la oración la Iglesia pide que quienes reciben la bendición queden libres de enfermedades de la garganta y de cualquier otra enfermedad. Las velas se utilizan debido a otra historia: se dice que mientras Blas estaba en una prisión oscura, una mujer, en secreto, le trajo velas y comida.
Blas es uno de los catorce auxiliadores a quienes las personas de la Edad Media les tenían especial devoción como intercesores por sus enfermedades.