Hay días en que son las 9:30 de la noche y estoy acostando a mis hijos, y de pronto me doy cuenta de que no he implorado la ayuda de Dios ni siquiera una sola vez a lo largo del día”, dijo una madre a un grupo de padres de familia que estaban compartiendo acerca de su vida de oración. “Casi siempre que me desentiendo de platicar con Dios durante la mañana, el día me resulta muy ajetreado y disperso”.
Los ahí presentes asintieron con la cabeza en señal de aprobación. Al cabo de un rato, los padres se dieron cuenta de que la vida fluye más fácil cuando iniciamos el día en oración. Desafortunadamente la oración durante la mañana no es un hábito natural. La mayoría de nuestros días comienzan en actividad. Los hijos necesitan ir a la escuela, hay que firmar los permisos necesarios, preparar los almuerzos de todos, y aun así todos nos apresuramos hacia la puerta esperando ser los primeros en salir. Para disminuir esa tendencia, propongo cuatro sugerencias que pueden ayudarte a iniciar de manera orante tu día:
Busca la manera
Posiblemente lo más difícil de la oración de la mañana es establecerla como hábito diario. Crea una estrategia que te permita detenerte por un momento para orar. Conozco personas que sobre el espejo de su baño han colocado una copia de la Oración de la mañana. A través de los ojos lagañosos se recuerdan a sí mismos la necesidad de ofrecer su “oración, alegrías, obras y sufrimientos de este día” a Dios. La monjita que fuera mi maestra de cuarto año de primaria nos enseñó un truco diferente. Nos aconsejó que durante la noche colocáramos nuestros zapatos bajo la cama lo más alejados de la orilla que pudiéramos. Dado que ya estábamos de rodillas guardando nuestros zapatos, podíamos recitar las oraciones nocturnas. Al siguiente día, cuando despertáramos y tratáramos de alcanzar nuestros zapatos, una vez de rodillas, podíamos recitar nuestras oraciones de la mañana. ¡Funcionó!
Deja todo en manos de Dios
Si separas un momento para la oración de la mañana, y lo único que haces es concentrarte en las preocupaciones y pendientes del día, te volverás loco en muy poco tiempo. La buena nueva de la oración de la mañana en oposición a las preocupaciones de la mañana, es la oportunidad que te brinda de depositar todas tus preocupaciones en las manos amorosas del Padre. Imagínate sentado con Jesús frente a frente. Indistintamente de los miedos que te lleguen, déjalos ir. Déjalos en sus manos. Tu imaginación puede paralizarte o fortalecerte. Cuando medites en los desafíos que te aguardan durante el día, imagínate que vas acompañado de Jesús, quien amorosamente cuida de ti.
Pide virtudes y no resultados
Es muy natural pensar que sabemos cuáles cosas son mejores para nosotros y para quienes amamos, por lo tanto, oramos con mucha frecuencia para que Dios nos conceda determinados resultados ante los momentos problemáticos de nuestra vida. En lugar de pedir determinados resultados, pide a Dios que te conceda las virtudes necesarias para enfrentar los desafíos que el día te presenta. No necesitas saber exactamente lo que necesitas, sólo pídelo con sencillez: “Dios mío, concédeme tu ayuda para vivir plenamente el regalo de este día”.
Llénate de paz
Detrás de los pensamientos ruidosos de nuestra mente, hay un arroyo claro de la gracia de Dios fluyendo a través de nosotros. Si aprendemos a dejar que el ruido y las preocupaciones floten y se vayan cual si fueran hojas sobre el río, la paz permanecerá contigo. Concédete diez minutos de silencio para que, sin agenda previa, te encuentres con Dios. Todo tu día cambiará y tendrás un pozo profundo de gracia que te proveerá de la paz y comodidad que necesites a lo largo del día.
de Encontrando a Dios: boletín para padres de familia