Una amiga tiene un jefe que nunca escucha lo que sus empleados necesitan decir. En las reuniones, mientras el personal dialoga sobre asuntos importantes, este jefe se la pasa buscando algo entre sus papeles, haciendo notas para su secretaria, inclusive, algunas veces abandona el lugar de la reunión para atender algún asunto urgente (pedir al conserje que cambie la temperatura en el salón de reuniones). Les reitera lo mucho que respeta a su equipo de trabajo, pero el equipo preferiría que simplemente los escuchara cuando tienen algo qué decirle. Toda persona necesita ser vista y escuchada, y aquí se incluyen nuestros hijos. En medio de una familia ocupada, es fácil pasar por alto el hecho de que una de las herramientas más efectivas de comunicación con nuestros hijos es el arte de escucharlos atentamente. He aquí algunas sugerencias que pueden implementarse de inmediato:
1. Cuando tu hijo te esté hablando, míralo a los ojos. Deja a un lado el periódico o suspende tu trabajo doméstico por un momento. Detente, observa, y escucha.
2. Repite lo que han dicho sin juzgarlos. Tal acción manifiesta que estás, escuchando, y no debatiendo o refutando.
3. Detén tu lengua. Si quieres que tus hijos te tengan confianza, necesitas escuchar, escuchar, escuchar. Entiendo la tentación de interrumpir y aconsejar de inmediato, de guiarlos o corregirlos. De cualquier manera, no olvides, que el hecho de hablar inmediatamente rompe la comunicación en lugar de incrementarla.
4. Haz preguntas abiertas (sin?juzgar). Pide que te expliquen un poco más, no para manipular sus pensamientos sutilmente. ¡Te descubrirán en menos de lo que canta un gallo!
5. No sólo compartas tus consejos, comparte además tus experiencias y valores. Cuando sea el momento de responder, ábrete y comparte las experiencias que has tenido en relación al asunto en cuestión (¡Se supone que harás un buen juicio en cuanto a la elección de lo que compartirás!). Luego comparte los valores que guían tus acciones. A los hijos les encanta conocer más de la experiencia de sus padres, así como de sus valores – siempre y cuando no les des una conferencia disfrazada de conversación.
6. Haz oración. Este último consejo debe ser el primero. Haz siempre una pequeña oración al momento en que tu hijo se acerque a ti. Pide a Dios que te conceda la habilidad de escuchar con un corazón abierto y que seas un instrumento de su gracia.