Redescubriendo una devoción Nuestro comportamiento familiar en los restaurantes es impecable: nos sentamos pacientemente en la mesa y vencemos la tentación de probar nuestra comida hasta que se nos haya servido a todos. Sin embargo, en casa, los alimentos se consumen tan pronto como llegan a la mesa y una vez que esto sucede, repentinamente todos tenemos algo qué hacer después de la cena.
Lo que se ha perdido es el guardar un momento de silencio para reconocer nuestra cercanía antes de tomar los cubiertos. Este momento es precioso pues nos une como familia y nos hace conscientes de la presencia de Dios en nuestra mesa. Este es nuestro momento para orar.
Podemos recitar una oración tradicional y así unirnos a toda la familia, la Iglesia Católica, cuyos miembros han pronunciado la misma oración o frases similares a lo largo de los años. Para decirlo elegantemente: nuestra oración resuena en el tiempo. Aun en aquellos días cuando nos apresuramos a consumirlo todo, nos quedamos con la certeza de que Dios está con nosotros y agradecemos su presencia.
Hay maneras de dinamizar esta oración:
Canten la oración tradicional — deje que sus hijos improvisen la melodía y todo lo que esta implique.
Hagan una cadena de oración — que un miembro de la familia la inicie compartiendo una razón por la que está agradecido, y que así continúe la oración alrededor de la mesa.
Lean un poema o un pasaje de la Escritura que manifieste el agradecimiento a Dios. Posiblemente pueden encontrar algo positivo en la letra de alguna canción popular y así incluir aun más a sus hijos.
Además de orar antes de los alimentos, oren también al terminar.
Instituyan un momento de silencio. Santa Teresita de Jesús describió la oración como “una simple mirada hacia el cielo”. El silencio calma nuestro espíritu y centra nuestra atención en cada uno de nosotros y en Jesús que nos ofrece el mejor alimento, su Cuerpo y Sangre.