Los padres son responsables del bienestar material de los hijos. Aun así, sabemos que nuestros hijos también son seres espirituales. He aquí cinco obsequios con los que puedes nutrir la fe de tus hijos.
Los nombres bíblicos tienen un fuerte significado. Jesús cambia el nombre de Simón por Pedro (que proviene del griego y significa “piedra”), nombre que indica la vocación de Pedro como líder de la comunidad cristiana. Al decirle a tu hijo cómo fue que escogieron su nombre, resalta las esperanzas espirituales que tienen respecto a él o ella, y enfaticen la conexión que esperan que tenga con la comunidad.
Por ejemplo, explica cómo llegaron tus ancestros a este país. Tales historias de fuerza de voluntad, perseverancia, fe en Dios y en sí mismos, les ayudarán a saberse parte de una historia más amplia y no tan restringida.
Describe cómo fue que te inspiraste por el ejemplo y la enseñanza de este santo o santa (puede ser otra persona cuyo ejemplo sea notable, aunque no haya sido formalmente canonizada). Explica a tu hijo tu devoción por esta persona santa y dialoga con él o ella acerca de la gente que admiras.
Acuérdate de cuando hiciste una decisión muy importante, y si te sientes cómodo, comparte la manera en que tu fe influyó en tu decisión. Igualmente, comparte con tus hijos la manera en que tu fe te ayuda a vivir cristianamente.
El cuidado y la preocupación que manifiestes por tu hijo provee los cimientos sobre los cuales tu hijo puede aceptar el amor de Dios y de los demás. Diariamente le ayudas a tu hijo a formar la actitud que él o ella comparte en la oración familiar y la liturgia parroquial. La atención amorosa que ofreces a tu hijo lo prepara a encontrar a Jesús en su corazón, en la Eucaristía, y en las demás personas.