Hace poco recibí un volante publicitario de una cadena de gimnasios que decía: “Para que esté fuerte como un roble”. El gimnasio ofrecía un programa cuyo objetivo era fortalecer y acondicionar los músculos del cuerpo. De esta manera, los ejercicios realizados proporcionarían fuerza, protección y flexibilidad para realizar otras actividades, deportes y entretenimiento.
Me parece muy atinado establecer una correspondencia entre el fortalecimiento de la condición física y el cuidado de la condición espiritual. Si fortaleces tu dimensión íntima, es decir, tu corazón, también fortalecerás el resto de tu cuerpo o de tu alma. No obstante, así como me resistí a la invitación de este gimnasio, muchas personas se resisten a emprender el camino para fortalecer su vida espiritual. En la opinión de la doctora Jane Regan, esta resistencia parte del prejuicio de que el inicio de dicho proceso implicará agregar una tarea más a nuestro sobrecargado programa cotidiano de actividades.
Regan, profesora de educación religiosa en Boston College, sugiere que imaginemos una rueda con muchísimos rayos que salen de su eje central. Si la persona se ve a sí misma como el eje central y ve en cada uno de los rayos que salen de él las exigencias de su vida diaria, es cuando la invitación a fortalecer la espiritualidad propia se convierte en un rayo más de una rueda que parece no tener espacio para un rayo más.
No obstante, si ponemos a Dios como el eje de nuestra vida, entonces no estaremos agregando un rayo más, sino que la relación con Dios fluirá por medio de las actividades que realizamos a lo largo del día.
¿Cómo podemos hacer que Dios pase a ser el eje de nuestra vida en lugar de ser un rayo periférico? Le presento algunas sugerencias que pueden ayudarle a fortalecer el centro de su relación espiritual con Dios.
Imagine que todos los rayos de su vida –toda la gente, responsabilidades, compromisos e intereses que encontrará a lo largo del día– y véalos todos iluminados por la presencia de Dios.
Los seres humanos estamos llamados a utilizar nuestra creatividad para colaborar en la construcción del Reino de Dios. Así oramos en el Padrenuestro: “venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad”. Este es nuestro compromiso diario: usar nuestros talentos, fuerza, e imaginación y cada una de nuestras cualidades, para colaborar en la construcción del Reino de Dios.
Esfuércese por ver la acción de Dios, así como su voluntad en cada uno de sus compromisos, intereses y responsabilidades. Puede que éstos incluyan la práctica especial de un examen de conciencia diario por medio del cual descubre la presencia de Dios a lo largo de su día y lo que él quiere que haga.
Teniendo a Dios como el eje central de su vida, tendrá mucha más fuerza, protección y agilidad para lo que necesite hacer, además de la dirección y guía necesarias para enfrentar y asumir decisiones de cada día.