La misa es un ritual que emplea una gran cantidad de símbolos.
Los colores de los ornamentos representan la espiritualidad de la Iglesia a lo largo del año. El Adviento y la Cuaresma son períodos de espera y preparación para la venida de Jesús, y por ello utilizamos el color morado. La Navidad y la Pascua son una celebración festiva y triunfante del Señor, por eso utilizamos el blanco o el dorado para significar su realeza, pureza y sobre todo, su resurrección. El color blanco también se utiliza para las fiestas marianas y para los santos que no son mártires. El verde, color de plantas y árboles, habla del crecimiento y la esperanza de la vida eterna –propias del tiempo ordinario–. El rojo representa la sangre de los mártires, la realeza de Cristo o el fuego de la fe.
Estos colores nos recuerdan las etapas de la vida de Jesús. La Iglesia marca la celebración del tiempo con un ciclo de estaciones o temporadas —el año litúrgico— que nos invitan año con año a profundizar nuestra relación con Jesús y a fortalecer nuestro compromiso de ser fieles a su mensaje.