La siguiente vez que vayas a Misa, escucha las últimas palabras que te dirige el sacerdote: “Vayamos en paz a amar y servir al Señor”. La finalidad de nuestra oración litúrgica o de nuestra Misa es que la llevemos al resto de nuestra vida –al hogar, al lugar de trabajo, a la comunidad. El compendio de principios conocido como Doctrina Social de la Iglesia constituye la visión de la Iglesia sobre la manera como debemos vivir nuestra fe en el mundo. Nos enseñan cómo la sociedad debe trabajar para beneficio de la persona humana. Así pues, ¿cuáles son las principales enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia?
La vida humana es inviolable –no debe violarse. Siempre será incorrecto poner la vida humana en peligro en cualquiera de sus etapas, desde la concepción hasta la muerte natural, ya sea por la guerra (excepto bajo circunstancias demasiado extremas), la proliferación de las armas, explotación económica, racismo, aborto, pena de muerte, suicidio asistido, o eutanasia. Estas son las enseñanzas que el fallecido Cardenal José Luis Bernardin describió como las fuerzas que desgarran “el irrompible manto de la vida”.
Independientemente de la raza, género, edad, origen étnico, religión, orientación sexual, empleo, estatus económico, grado de inteligencia, éxito en la vida, salud, o cualquier otro factor, toda persona es digna, y lo es por el hecho de ser persona, por ser creado a imagen y semejanza de Dios.
Todas las personas tienen derecho a la vida, al alimento, la vivienda, el descanso, el cuidado de la salud, y a un trabajo. Quienes hacen el reclamo más urgente a estos derechos son los pobres porque sus necesidades son mayores. Cualquier sociedad debe juzgarse por la manera en que ésta trata a sus pobres.
La humanidad juega un papel único y fundamental, no como dueña de la tierra (porque la creación sólo pertenece a Dios), sino como “administradora” de toda la creación. Dios nos llama a proteger y a utilizar la naturaleza responsablemente. El cuidado y responsabilidad con la creación incluye también la manera en que utilizamos nuestros propios talentos, el cuidado por nuestra salud, y el uso de los recursos personales.
Necesitamos la comunidad. Nos reconocemos y experimentamos plenos al convivir con otras personas. Tenemos el derecho a un trabajo decente y productivo, a un salario justo que nos permita sostenernos a nosotros mismos y a aquellos que dependen de nosotros; un salario que nos permita adquirir una propiedad, un empleo que nos dé libertad de organización y sindicalización. También tenemos el derecho de participar en la transformación de la sociedad en que vivimos.