Hubo un día en que decidí no ver más las noticias antes de acostarme, la magnitud de los problemas es tan grande que en ocasiones llego a pensar que no hay futuro para nuestro planeta.
No obstante, logro mantener mi fe en Dios de dos maneras. Primero, Jesús ha proclamado el Reino de Dios, y aún en nuestros días, pese a las circunstancias, todo lo sucedido se encamina en dirección al Reino. Segundo, durante la celebración del año nuevo, en 1972, el papa Pablo VI ofreció un conciso remedio para solucionar los problemas de nuestro mundo: “Si quieres paz, trabaja por la justicia”. Con el afán de concretizar la noción de justicia, el padre William J. Byron, S.J., recopiló una lista de diez elementos centrales de la Doctrina Social de la Iglesia. Si hacemos nuestros estos pilares básicos, nos servirán como cimientos para construir un mundo mejor.
Esta es la piedra angular de todos los principios. Toda persona es digna de respeto por el simple hecho de que es un ser humano.
La vida humana en cada una de sus etapas de desarrollo y hasta su culminación natural es preciosa, y por lo tanto, digna de protección y respeto. La sacralidad de la vida humana es parte de toda visión moral que busque construir una sociedad buena y justa.
La persona no sólo es sagrada sino que también es social. La familia es la pieza fundamental de la sociedad; nunca escatimar en cuanto a su estabilidad y protección.
La gente tiene el derecho y la obligación de participar en sociedad, especialmente los pobres y vulnerables. Los ricos y los fuertes no pueden ni deben crear todas las reglas.
La sociedad debe ofrecer una protección preferencial para los pobres y los débiles. De otra manera un sistema torcido terminará por convertirse en una amenaza al bien común.
Todos formamos parte de la única familia humana. Aprender a actuar solidariamente en un mundo independiente significa afirmar que el amor al prójimo tiene dimensiones globales en un mundo interdependiente.
El mayordomo es un administrador, no un dueño. Tenemos la responsabilidad moral de cuidar el medioambiente.
Este principio quiere que el poder sea compartido en toda la sociedad y que no se acaparado por los dirigentes.
El trato equitativo a los adultos por igual es una manera de definir la justicia. Enfatizar este precepto fundamental es el principio básico de la imparcialidad.
El bien común se respeta y alcanza cuando las condiciones sociales permiten que la gente alcance la plenitud de su potencial humano. Necesitamos ampliar nuestra visión de “la buena vida” para incluir en ella el creciente desarrollo de toda la familia humana a nivel regional, nacional y étnico.
Si quieres paz, ¡así es como se trabaja por la justicia!