La práctica espiritual de peregrinar a un lugar sagrado es muy relevante para nuestras familias. Muchas personas se aventuran a esta experiencia, sea por aire, tierra o a pie. En todo esto hay un valor inquebrantable: el deseo de encontrarse con Dios y de hacer una jornada espiritual en la propia vida. Esta experiencia les lleva a algunas conclusiones:
La peregrinación y su preparación, es tan importante como el destino final. Cada parte del proceso es una oportunidad para experimentar a Dios, tanto en nosotros mismos como en los acompañantes.
Debemos preguntarnos si somos turistas o peregrinos. ¿Es la diversión, el descanso o el desafío que vamos a encontrar en en la playa, en nuestro país de origen, un fin en sí mismo o está misteriosamente unido al propósito de nuestra vida? Aun un viaje de negocios puede transformarse en un viaje sagrado, cuando la oración es parte de tu equipaje.
Al final de una peregrinación, no sólo volvemos a nuestro hábitat, sino que también volvemos al lugar interior en el que Dios habita desde siempre. En este nuevo ‘lugar’, las verdades de nuestra experiencia nos llevan a tener un nuevo conocimiento de nosotros mismos. Nuestra nueva experiencia de Dios, nuestros compañeros de viaje, e incluso nuestro propio ser, no debe empacarse en las maletas, sino más bien, ser parte de nuestro ser.