En las culturas hispanas la memoria católica comienza relativamente temprano. A veces es por la fe de las madres que llevan a sus hijos a misa o por la cercanía con los abuelos, quienes nos enseñan a vivir la fe en lo ordinario de la vida, sea por la participación en los sacramentos o mediante las devociones que se han transmitido de generación en generación.
Una de estas memorias está relacionada al mes de mayo, que la tradición considera como el Mes de María. En los pueblos pequeños de América Latina, donde a menudo la vida del pueblo giraba en torno al calendario parroquial, el rezo del Rosario en las horas de la tarde, el ofrecimiento de flores y cánticos a la Virgen era tarea de todos, no sólo de niños.
Aunque los adultos también participan, es impresionante ver a los niños y niñas vestidos de blanco, caminando en medio de la Iglesia para ofrecer flores a María. No van solos, sino que los acompaña una comunidad adulta que les transmite la práctica de su fe. Esta procesión lleva en sí el ritmo de la fe y el paso de la esperanza. Se acompaña de cantos que llegan al corazón, porque desde ahí se escribieron. Son cantos que han formado nuestra fe y que al cantarlos, nos recuerdan quiénes somos.
En algunas partes de Estados Unidos esta tradición se mantiene y culmina con la Coronación de María. Sea en una ermita o en la iglesia parroquial, esta celebración de fe nos recuerda un herencia que ha pasado la prueba del tiempo.
Para leer en inglés respecto a este tema, sugiero la lectura de May Crowning, Mass and Merton and Other Reasons I Love Being Catholic, escrito por Liz Kelly.