“¿Está preparado para la Navidad?”, me preguntó un señor que veo todas las mañanas en la parada del autobús. Pensé en todas las cosas que tenía que hacer, en los regalos que debía comprar y en las fiestas a las que estaba invitado. “Apenas lo estoy”, le respondí y ambos nos reímos pues él se encontraba en la misma situación.
Ya en el autobús, comencé a reflexionar de una manera más profunda respecto a la pregunta que me habían hecho: “¿Estoy preparado para la Navidad?” Esta vez medité acerca de su verdadero significado —el Hijo de Dios, habitando entre nosotros y mostrándonos el camino a la vida eterna—. Mi respuesta, de nuevo, fue la misma: “Apenas lo estoy”. Fue entonces cuando decidí aprovechar todas las oportunidades posibles para preparar mi corazón para recibir al niño Jesús en el mundo, el mundo en el que usted y yo vivimos.
Lo que descubrí fue que, si nos preparamos para ello, todo con lo que nos encontramos durante estos días previos a la Navidad puede prepararnos para recibir la venida de Cristo, no sólo hace 2,000 años, sino también hoy en nuestros hogares, familias, lugares de trabajo y comunidades.
El tener una buena actitud y perspectiva hacia este tiempo de Adviento le ayudará a usted y a su familia a evitar los excesos que hacen que algunos de los preparativos para la Navidad sean estresantes, agotadores y decepcionantes. Como dice el teólogo John Shea: “La tarea parece ser delicada: aprender cómo hacer que las costumbres y las tradiciones de la Navidad sirvan al Espíritu”.
Incluso antes de que desaparezcan de las tiendas todas las decoraciones de Halloween, ya empiezan a aparecer otros objetos con los colores típicos de la Navidad. Mucha gente se queja de que la Navidad ha tomado un carácter muy comercial pero, entre el estrés y los estacionamientos de los centros comerciales llenos de carros, algo sagrado puede suceder.
Comprar regalos de Navidad es una oportunidad para pensar detenidamente en las personas que amamos, en quiénes son como individuos y en sus necesidades personales. Elegir el regalo perfecto para cada persona requiere que pensemos en sus gustos, lo que le interesa y sus esperanzas, la esencia de la persona. Así es como Dios ve a cada uno de nosotros: como criaturas maravillosas y únicas. Dios ve nuestra individualidad, nuestras esperanzas y nuestras necesidades, y nos responde con una generosidad que no podemos ni imaginar.
Las compras navideñas nos ofrecen la posibilidad de imitar la generosidad de Dios. Podemos, como Dios, ofrecer no sólo regalos a los demás, sino también nuestra presencia. Hemos recibido el gran don de la presencia de Dios mismo en nuestra vida. Aprendiendo de ello, podemos hacer de nuestra presencia una bendición para los demás: sonriendo al vendedor que está frustrado, o no enfureciéndonos por el tráfico mientras vamos de camino al centro comercial. Podemos elegir regalos que dejen claro a los demás que hemos pensado en ellos y que los amamos por quienes son de verdad.
Si es de las personas que escriben tarjetas de Navidad, y su lista de amigos y familiares es muy larga, escribir esas tarjetas le llevará mucho tiempo. No obstante, esta tarea puede convertirse en una oportunidad para recordar lo que cada una de esas personas significa para usted. Piense en los que se han casado, en los que han tenido un bebé o los que se han cambiado de hogar. Piense en las bendiciones que han recibido a lo largo del año y en los retos que han superado. Cuando selle cada tarjeta, hágalo con una pequeña oración, pidiéndole a Dios que bendiga a ese ser querido o familiar.
Ayudar a preparar las tarjetas de Navidad puede incluso ser su regalo a otra persona. Puede ofrecerse a comprarles los timbres postales a un vecino que no puede ir a la oficina de correos, o puede ofrecerle a un anciano escribir las direcciones en los sobres de sus tarjetas. Otra forma de llevar el mensaje navideño del nacimiento de Jesús es comprando tarjetas y sellos postales con temas religiosos.
Cuando reciba tarjetas, colóquelas en un plato o cesta sobre la mesa del comedor. Cada noche, al juntarse para cenar, tomen una e incluyan a la persona que se la mandó en sus oraciones antes de comenzar la cena. Si tienen hijos, compartan con ellos alguna historia sobre la persona que les mandó la tarjeta, ilustrando alguna característica buena de ella. Esta es una manera de compartir con sus hijos los valores que usted admira en los demás y de crear comunidad con seres queridos, sin que importen las distancias.
Durante la Navidad tenemos muchas oportunidades de vivir lo que significa esperar: en las tiendas esperamos haciendo fila, en los restaurantes esperamos a que tengan una mesa libre, en los estacionamientos esperamos hasta encontrar un lugar dónde aparcar...
Podemos usar esos momentos de espera para celebrar el Adviento. A lo mejor no podemos dedicar media hora diaria a la oración personal o en familia, pero podemos aprovechar para la oración esos momentos a lo largo del día cuando tenemos que esperar.
Por ejemplo, mientras que esperan a que haya una mesa libre en el restaurante, puede hablar con su familia acerca de la historia de la Navidad. Pídales que se imaginen la escena del nacimiento de Jesús. Pregúnteles a sus hijos: ¿Qué estarían pensando María y José mientras buscaban un lugar dónde pasar la noche? ¿Cómo creen que sería el establo, a qué olía, qué sonidos se escuchaban? Pídales que describan al niño Jesús. ¿Estaba durmiendo, sonriendo, llorando? ¿Tenía hambre?
Tenemos que aprovechar los momentos de espera. Son una oportunidad y, si no la tomamos, entonces son algo que debemos soportar. Son una ocasión para que nos calmemos y relajemos. El esperar nos obliga a detenernos, a ir a más despacio. Y durante el Adviento, se puede convertir en una situación durante la cual podemos preparar nuestro corazón para recibir a Cristo.
San Agustín decía que quien canta, ora dos veces. Los villancicos son un elemento tradicional de la Navidad. Su música y letra nos animan el corazón y nos preparan con alegría para recibir al Niño Dios entre nosotros.
Aunque se han traducido muchos de los villancicos del inglés al español, nuestras culturas y países tienen sus propios cantos navideños. Estos son parte de nuestras tradiciones. Comparta con sus hijos y vecinos los villancicos de su tierra. Escuchen la letra y su mensaje, imagine la historia que narran y recuerde otras tradiciones navideñas de su país. Así no sólo pasarán un buen rato y celebrarán el espíritu gozoso del Adviento, sino que también compartirán con ellos su cultura y sus raíces.
Los sentidos son parte de nuestra fe. Los sacramentos hacen uso de cantos, gestos, espacios sagrados, incienso, óleos, tacto y mucho más. Todos estos elementos ayudan a comunicarnos el significado tan especial de la experiencia. Los sacramentos nos comunican la gracia de Dios en nuestra vida, ayudándonos a darnos cuenta de tan increíble concepto.
La Navidad es también una fiesta para los sentidos y, si las tomamos con calma y prestamos atención a lo sentidos, despertaremos en nosotros otro sentido: el del asombro, del maravillarse ante lo que es el núcleo de estos días. A continuación les sugerimos tres maneras de despertar sus sentidos e invitarlos a que se maravillen de su propia vida:
1. Mire hacia la luz. Dedique algo de tiempo personal o familiar para sentarse en una habitación oscura donde haya sólo una fuente de luz —quizás las luces del árbol de Navidad o de las velas de la corona de Adviento—. Esta es una oportunidad para reflexionar acerca de la estación en la que nos encontramos, cuando los días se hacen más cortos y las noches más largas. En silencio, Dios le hablará en su corazón. Respóndale orando: "Oh, Dios, tú eres la luz que destruyes las tinieblas. Destruye la oscuridad que pueda haber en mí, para que así pueda ser fuente de luz en este mundo".
2. De un paseo. Linus Mundy escribió un libro titulado Prayer Walking [Orando al caminar] en el que comparte los beneficios de caminar en una actitud orante. Sienta el viento en su rostro, observe el sol y las nubes, o las estrellas y la luna, y reflexione acerca del mundo en que vive. Cuando las presiones y el estrés de la Navidad se haga notar, de un paseo de oración y reflexión. Le ayudará a refrescar su espíritu y a mantener las cosas importantes en perspectiva, como puede ser el disfrutar del don de la vida misma.
3. Ofrezca culto al Señor. Es fácil ir a misa por obligación o sin darse cuenta de los ritos porque estos se han convertido en una rutina. Pero cuanta más atención preste, más se beneficiará de la misa. Observe la belleza de la iglesia: las estatuas, los vitrales, el olor a incienso y a cera, los símbolos alrededor del altar… Todo indica que este es un lugar donde tienen lugar momentos sagrados. A continuación, consciente de la presencia de Dios, observe la belleza interior de las personas que celebran la liturgia junto a usted. Verá en los demás feligreses corazones que se dirigen a Dios.
Todos bromeamos acerca de las libras que engordaremos durante la Navidad. No es fácil evitarlo, pues muchas de nuestras celebraciones tienen lugar en torno a la mesa. Compramos los ingredientes necesarios, pasamos horas en la cocina preparando los platillos y luego, festejamos saboreando las recetas navideñas que han pasado de generación en generación.
La tradición de reunirse alrededor de la mesa tiene su eco en la Eucaristía. Al igual que nos reunimos para fortalecernos con el amor de la familia y de los amigos, y con los sabrosos platillos, también en la Eucaristía somos fortalecidos por Dios, quien se ofrece a sí mismo en la fracción del pan. Deje que sus experiencias de comidas familiares le ayuden a apreciar el banquete eucarístico; y deje que su experiencia de la Eucaristía enriquezca la manera en la que comparte su mesa y amistad con los demás, siempre consciente de quienes son pobres o no tienen un hogar.